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III


LEIF EXPLORA VINLAND


Algún tiempo después, Bjarni Herjolfsson navegó desde Groenlandia a Noruega y visitó al jarl Eric, que lo recibió con los brazos abiertos. Bjarni le contó la historia de su viaje y le habló de las tierras que había visto. La gente pensó que había mostrado una extraordinaria falta de curiosidad, ya que nada podía decirles acerca de aquellos países, y fue criticado por ello. Bjarni entró al servicio del jarl, y dejó la corte al verano siguiente para retornar a Groenlandia.

A la sazón se hablaba mucho de ir en busca de nuevas tierras. Leif, el hijo de Eric el Rojo de Brattahlid, fue a ver a Bjarni Herjolfsson, le compró su barco y contrató una tripulación compuesta por treinta y cinco miembros.

Grandes Guerreros

Leif pidió a su padre que capitaneara también aquella expedición, pero Eric se resistía a asumir la responsabilidad del viaje; decía que estaba envejeciendo y que cada vez le costaba más arrostrar penalidades y rigores. Leif argüyó que la buena estrella de Eric seguía brillando más que las del resto de sus parientes y que su buena suerte no le había olvidado. Finalmente Eric dejó a Leif salirse con la suya.

Tan pronto como estuvieron preparados, Eric cabalgó hacia el barco, que estaba a corta distancia de allí; pero el caballo que montaba tropezó, y Eric fue arrojado a tierra, hiriéndose en la pierna.

«No estoy llamado a descubrir más países que éste en el que ahora vivo», dijo.

«Aquí ha terminado el viaje, para mí al menos». Eric volvió a su casa de Brattahlid, pero Leif prosiguió su camino y subió a bordo de la nave, junto con sus treinta y cinco compañeros. Entre ellos había un hombre del sur, un alemán llamado Tyrkir.

Aparejaron su barco y se hicieron a la mar. La nave recaló por primera vez frente al último país que Bjarni había avistado. Navegaron derechos hacia la costa y echaron anclas; entonces arriaron un bote y desembarcaron. No había pasto a la vista, el interior estaba cubierto de grandes glaciares, y entre los glaciares y la costa la tierra semejaba una inmensa laja. El país les pareció estéril y sin valor alguno.

Entonces dijo Leif: «Ya hemos mejorado lo que hizo Bjarni en lo que a este país se refiere; nosotros, al menos, hemos plantado nuestros pies en él. Le daremos nombre y lo llamaremos Helluland (Tierra de Piedras Llanas)».

Volvieron a su nave y se hicieron a la vela y, algún tiempo después, avistaron una segunda tierra. Otra vez se acercaron directamente a ella y echaron anclas, arriaron un bote y fueron a tierra. Aquel país era llano y arbolado, con blancas playas de arena por doquier, y la tierra se inclinaba suavemente hacia el mar.

Leif dijo: «Este país ha de recibir un nombre que hable de su naturaleza: deberá ser llamado Markland (Tierra de Forestas)».

Dicho esto volvieron a su nave tan aprisa como les fue posible, y el barco zarpó empujado por un viento del noreste, y dos días después avistaron otra tierra.

Navegaron hacia ella y llegaron a una isla situada al norte.

 Odin

Bajaron a tierra y miraron en torno. Hacía muy buen tiempo y el rocío vestía la hierba, y lo primero que hicieron fue recoger unas gotas con sus manos y humedecerse con ellas los labios. Y aquel rocío les pareció la cosa más dulce que habían probado jamás. Volvieron luego al barco y navegaron por el estrecho que separaba la isla del cabo que apuntaba hacia el norte.

Gobernaron la nave con rumbo oeste y rodearon el cabo. Había allí amplios bajíos y con la marea baja su barco quedó en seco y en alto, y el mar casi fuera del alcance de la vista. Pero se sentían tan impacientes por desembarcar que no fueron capaces de esperar a que la marea subiera y pusiera el barco a flote; se apresuraron a bajar a tierra y se encaminaron hacia un lugar donde un río nacía de un lago. Tan pronto como la marea liberó la nave, los que habían quedado a bordo la condujeron río arriba hasta llegar al lago, donde echaron anclas. Tomaron tierra llevando consigo sus sacos de dormir y levantaron cabañas. Decidieron poco después invernar allí, y para ello construyeron varias casas grandes.

Los salmones no faltaban ni en el río ni en el lago; eran los salmones más grandes que habían visto nunca. El país se les antojó tan agradable que no juzgaron necesario almacenar forraje para que el ganado pudiera afrontar el invierno. Y acertaron, pues nunca heló durante el invierno, y la hierba apenas se marchitó.

En aquel país la duración del día y de la noche variaba menos que en Islandia y en Groenlandia; allí la noche no era nunca tres veces más larga que el día.

Cuando hubieron terminado de erigir sus casas, Leif dijo a sus compañeros:

«Quiero dividir nuestra compañía en dos partidas para explorar el país; la mitad de la tripulación ha de permanecer aquí en las casas mientras la otra mitad sale a explorar la región. Pero éstos no deben alejarse tanto que no puedan regresar antes de la anochecida, y tampoco deben separarse nunca los unos de los otros».

Así obraron durante algún tiempo; el propio Leif iba unas veces con el grupo de los exploradores y permanecía otras en el campamento.

Leif era alto y fuerte, de impresionante apariencia; era hombre perspicaz y de conducta siempre moderada.




Valientes y Aventureros