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V


THORVALD EXPLORA VINLAND


Gersokhant

Thorvald hizo los preparativos de su expedición, contando para ello con los sabios consejos de su hermano Leif, y tomó a su servicio una tripulación de treinta hombres. Cuando el barco estuvo aparejado, se hicieron a la mar, y no se conserva relato alguno del viaje hasta que llegaron a Leifsbudir (las Casas de Leif), en Vinland. Allí vararon la nave y se dispusieron a pasar el invierno, y pescaron peces para comer.

En primavera, Thorvald dijo que deberían aparejar el barco, y que, mientras esto se hacía, una pequeña partida de hombres debería coger el bote y navegar en él con rumbo oeste a lo largo de la costa, para explorar la región durante el verano.

El país les pareció muy hermoso, con bosques que se extendían hasta casi alcanzar la costa y con blancas playas de arena; había un sinfín de islas, y bajíos por doquier. No encontraron huella alguna que delatara la presencia de hombres o animales, excepto en una isla situada al oeste, donde encontraron un pajar muy humilde, y de entre todo lo que vieron, sólo aquello había nacido de la mano del hombre. Y con el otoño volvieron a las Casas de Leif.

Al verano siguiente, y con la mayoría de sus hombres, Thorvald navegó en su nave con rumbo este y después gobernó al norte siguiendo la línea costera.

Toparon con un temporal frente a un cabo y fueron arrastrados a tierra. Como la quilla se había hecho añicos, tuvieron que permanecer allí mucho tiempo para repararla.

Thorvald dijo a sus compañeros: «Quiero clavar aquí en el cabo la vieja quilla, y llamar Kjalarnes a este lugar».

Una vez hecho esto, se alejaron navegando hacia el este siguiendo el litoral.

Pronto se encontraron en la boca que compartían dos fiordos, y en ella se adentraron hasta llegar al promontorio que entre ellos se alzaba; en el promontorio verdeaban numerosos árboles. Amarraron el barco de modo que quedara paralelo a la línea de la tierra, sacaron la pasarela, y por ella Thorvald y todos los hombres que le habían acompañado abandonaron la nave.

«Es éste un hermoso paraje», dijo, «y aquí me gustaría levantar mi hogar».

En el camino de vuelta al barco, distinguieron tres bultos en la playa de arena que había frente al promontorio. Cuando estuvieron más cerca comprobaron que se trataba de tres canoas de cuero, cada una de ellas con tres hombres debajo.

Thorvald y sus compañeros dividieron sus fuerzas y los capturaron a todos excepto a uno, que pudo escapar en su canoa. Mataron a los otros ocho y se apresuraron a retornar al promontorio, desde el cual otearon el país que los rodeaba. Divisaron un cierto número de bultos fiordo arriba y dedujeron que se trataba de viviendas.

Entonces se sintieron abrumados por una somnolencia tal que no pudieron permanecer despiertos, y todos cayeron dormidos. Nada perturbó su sueño hasta que les despertó una voz que gritaba: «¡En pie, Thorvald, tú y todos tus hombres, si queréis seguir vivos! ¡Ve a tu nave con toda tu compañía y marchaos tan rápidamente como podáis!».

Un gran enjambre de danoas de cuero bajaba por el fiordo y apuntaba hacia ellos.

«Levantemos parapetos en las bordas», ordenó Thorvald, «y defendámonos lo mejor posible, pero no respondáis a sus ataques a menos que os veáis obligados a ello».

Casas Vikingas

Así lo hicieron. Los skraelingar les arrojaron flechas durante un tiempo, y luego enseñaron la espalda y huyeron tan velozmente como les fue posible.

Thorvald preguntó a sus hombres si alguno había resultado herido; todos ellos contestaron que habían salido ilesos de la batalla.

«Tengo una herida en la axila», dijo entonces Thorvald. «Una flecha voló entre la borda y mi escudo y se detuvo bajo mi brazo. He aquí la flecha que me llevará a la muerte.»

«Os aconsejo que regreséis a las Casas de Leif tan pronto como podáis. Pero antes quiero que carguéis con mi cuerpo hasta el promontorio donde tanto me hubiera gustado vivir. Me parece que di con la verdad cuando dije que moraría allí por algún tiempo. Enterradme allí, hincad cruces sobre mi cabeza y a mis pies, y dejad que el lugar se llame Krossanes por siempre jamás.»

Dicho esto, Thorvald expiró, y sus hombres lo enterraron tal como les había pedido. Cuando Thorvald murió, Groenlandia había sido ya convertida al cristianismo; Eric el Rojo, su padre, murió antes de la conversión para cumplir enteramente con lo que Thorvald les había dicho, retornaron a las Casas de Leif, donde se reunieron con el resto de la expedición, y se contaron unos a otros lo que de notable les había ocurrido.

Pasaron allí el invierno y recogieron uvas y vides para cargar con ellas la nave. En primavera salieron de viaje hacia Groenlandia y desembarcaron en Ericsfjord con muchas noticias que dar a Leif.




Valientes y Aventureros