II
BJARNI AVISTA TIERRA AL
OESTE
Herjolf era el hijo de
Bard, el hijo de Herjolf, un pariente de Ingolf, el primer colono de
Islandia, que había dado a su familia la tierra entre Vog y Reykjanes.
Herjolf Bardarson había vivido durante algún tiempo en Drepstokk; su
mujer se llamaba Thorgerd y tenían un hijo llamado Bjarni.
Bjarni era un joven
muy prometedor. Desde su primera juventud había ansiado navegar a
tierras extrañas; ganó para sí riquezas y buena reputación, y solía
pasar un invierno fuera de su país y el siguiente en Islandia en
compañía de su padre.
Pronto tuvo un barco
mercante propio.
Durante el último
invierno que Bjarni pasó en .Noruega, su padre, Herjolf, vendió su
granja y emigró a Groenlandia con Eric el Rojo. A bordo de la nave de
Herjolf viajaba un cristiano de las Hébridas, el poeta que compuso el
Hafgerdingadrapa (el Poema de las Olas Rompientes) que contiene esta
estrofa:
Ruego al inmaculado
Señor de los monjes
Que guíe mis viajes;
Que el Señor de los
altos cielos
Mantenga sobre mí su
firme mano.
Herjolf se estableció
en Herjolfsnes; era un hombre de gran categoría.
Eric el Rojo vivía en
Brattahlid, y todos los groenlandeses le respetaban y reconocían su
autoridad. Tenía tres hijos: Leif, Thorvald y Thorstein. También tenía
una hija, llamada Freydis, que estaba casada con un hombre llamado
Thorvard. Vivían en
Cardar, donde está hoy la sede episcopal. Freydis era una mujer
altanera y dominante; su marido, por el contrario, era más bien débil;
ella se había casado con él principalmente por su dinero.
Por aquel entonces
Groenlandia era todavía un país pagano. Bjarni llegó a Eyrar, en
Islandia, en el verano del año en que su padre se había ido a
Groenlandia. La noticia de la partida de su padre dejó anonadado a
Bjarni, que se negó a que descargaran su barco. Su tripulación le
preguntó qué se proponía hacer, y él contestó que pretendía mantenerse
fiel a la costumbre de disfrutar de la hospitalidad que su padre le
brindaba en invierno, «por lo que deseo gobernar mi nave hasta
Groenlandia, si vosotros estáis dispuestos a acompañarme».
Todos respondieron que
harían lo que él juzgara mejor. Entonces Bjarni dijo:
«Este nuestro viaje
será considerado temerario, porque ninguno de nosotros ha navegado
jamás por el mar de Groenlandia».
Pese a ello, se
hicieron a la mar tan pronto como estuvieron preparados y navegaron
durante tres días hasta que la tierra se perdió de vista debajo del
horizonte.
Amainaron entonces los
vientos favorables y aparecieron los vientos del norte y la bruma;
durante muchos días fueron a la deriva sin saber cuál era su rumbo. Al
fin volvieron a ver el sol y fueron capaces de orientarse con su ayuda;
tendieron velas y al acabar el día avistaron tierra.
Discutieron entre
ellos acerca de qué país podría ser aquél. Bjarni dijo que no pensaba
que fuera Groenlandia. La tripulación le preguntó si quería desembarcar
allí o no. Bjarni contestó: «Por lo pronto, acerquémonos más a la
costa».
Así lo hicieron, y en
seguida pudieron ver que el país no era montañoso, pero sí arbolado y
con bajas colinas. Se hicieron a la mar nuevamente, dejando la tierra a
babor; y después de navegar durante dos días avistaron tierra una vez
más.
Los hombres de Bjarni
le preguntaron si creía que aquello era ya Groenlandia. Él dijo que no
pensaba que lo fuera más que la vez anterior, «porque se dice que hay
gigantescos glaciares en Groenlandia».
Se aproximaron
velozmente a la tierra y vieron que era llana y boscosa. Cesó entonces
el viento y toda la tripulación se manifestó a favor de desembarcar
allí, pero Bjarni se opuso a ello. Argumentaron que andaban escasos de
leña y agua, a lo que Bjarni repuso diciendo: «No os falta ninguna de
las dos cosas». Sus palabras merecieron la censura de sus hombres.
Les ordenó izar la
vela, y así lo hicieron. Viraron y pusieron proa al mar y navegaron
tres singladuras por delante de un viento del sudoeste hasta que
avistaron una tercera tierra. Ésta era alta y montañosa; un glaciar la
coronaba.
Otra vez preguntaron a
Bjarni si quería desembarcar, a lo que él replicó: «No, porque en mi
opinión esta tierra no vale nada».
Esta vez no arriaron
la vela, sino que ciñeron la línea de la costa, y vieron que habían
rodeado una isla.
Una vez más viraron en
redondo y dejaron la tierra a popa, y penetraron el mar por delante del
mismo viento favorable. Entonces se enfurecieron los vientos, y Bjarni
mandó a sus hombres que apocaran la vela y que no exigieran al barco y
al aparejo más de lo que podían aguantar. Navegaron así durante cuatro
días, hasta que avistaron una cuarta tierra.
Mitos y Leyendas - La
Saga de los Groenlandeses Los hombres preguntaron a Bjarni si creía que
aquello era por fin Groenlandia.
«Esto concuerda mucho
más con lo que me han contado sobre Groenlandia», respondió Bjarni, «y
aquí sí desembarcaremos».
Con el crepúsculo se
acercaron y tomaron tierra junto a un promontorio en el que había una
barca varada. Era allí donde vivía Herjolf, el padre de Bjarni, y por
ello el lugar se ha venido llamando Herjolfsnes desde entonces.
A partir de aquel día,
Bjarni permaneció al lado de su padre y abandonó el comercio. A la
muerte de Herjolf continuó viviendo de aquellas tierras como su
sucesor.
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